lunes, 30 de agosto de 2010

Hansel y Gretel (para contarles a sus hijos antes de dormir).

Tengo que ordenar esta crónica: Sábado doce de la noche, después de unas empanadas de pollo, después del postre de rigor, el Camel ritual y el cansancio acumulado de la semana, el plan perfecto: ver una película surcoreana. Hansel y Gretel: la fábula infantil matizada con ribetes de suspenso y terror oriental. Ni Home Theater, ni Bluray, ni dvd con HDMI ni nada por el estilo. Una caja de zapatos en la punta de la cama hace las veces de soporte de mi notebook (imagino que muchos dirán que ver una película en una computadora no tiene onda); es decir, no tengo idea de si se estrenará o si se estrenó por las salas argentinas. Cruzo la línea de la legalidad más por cuestiones de comodidad que por convicción antisistema. De nada sirve ser un proletario si sobre la caja de zapato una Macbook blanca reluce en la oscuridad. La historia toma el cuento infantil moralista, donde la moraleja es clara: cruzar los páramos prohibidos conlleva el castigo de la pérdida (pero la peor de todas, la de no encontrar el camino), y revierte la trama original como una especie de venganza infantil. Un hombre de 30 años choca en la ruta y se interna en un bosque donde una niña lo lleva a su casa donde se encuentran sus otros dos hermanos y sus padres (cuando vean la peli se darán cuenta porqué el orden de prioridad familiar está puesto de esa manera). Desde ese momento intuimos que la cosa viene heavy: Cuadros con conejos de mirada aterradora, padres excesivamente sonrientes, una cena donde abundan las golosinas. Se puede intuir lo que sigue, claro está el hombre buscará el camino hacia la ruta una y otra vez y no lo encontrará. (Más de una vez mi mujer me mira y pregunta si ya me he dormido). De aquí hacia el final, sorteando con habilidad la restricción de Megaloud de los 72 minutos. la cosa se va enrareciendo aún más, pero dejaré que ustedes lo averigüen (única manera de justificar que me he dormido en la última parte de la película).