martes, 29 de septiembre de 2009

2

La mujer fragmentada: En círculos oscuros (absorbe, resucita, miente, deja que el viento huya de tu boca esmaltada), en líneas perfectamente corrompidas (deja que un grito parta tus ojos, en estrechos huecos de azúcar invisible, deja que otros dientes marquen tu piel).
La mujer incandescente: perfectamente aliterada
(insulta, duerme, suda, esquiva las luces de cualquier ventana), con pieles mutantes (acomoda los movimientos en las arrugas de una cama), con manos adiestradas fecundadas en algún sexo (merece el riesgo que escoge la mirada).
La mujer visceversa: que sostiene su interior perverso y enlutado (lastima, consuela, muere, siente el olor de la carne quemada), en el aire duro (imita las secuencias del tiempo ordinario),
en el aliento extraño (acomoda tu saliva en las fuentes de la hiel).
La mujer inconclusa: Árida en palabras (espera, acaricia, deambula, esconde tu fuerza es su espalda impenetrable), húmeda en sabores (percibe su sexo ahogado en la trémula palabra),
irreconocible en secuencias repetidas (penetra en las coordenadas de su voz).
La mujer final: terrestre o de espuma (camina, ríe, sangra, la imagen en vida de la música prohibida), víctima o incapaz (advierte la felicidad pasajera), generosa o prescipitada (perturba la eficacia de sus labios), rápida o final (goza, desnuda, pide, convierte en lucha tu espacio final, busca el rostro inesperado, guarda el recuerdo paralelo).
Sorprende, castiga, eyacula.

1

Lo obsceno de tu reproducción en el tiempo: un cuerpo ajado que se repite hasta agotarse. Sos la materia que urge detrás del viento, siempre tarde y devuelta en el camino, ese que siempre esta mutilado por tu ojo neutral. Una piedra que funciona de reposo, o el lamento perpetuo, o tu cuerpo seco, fundido en la dureza del suelo. La esperanza no es la espera dormida en tus músculos, es la incomodidad de un espejo infinito, donde solo puede entrar aquel que quiera repetir sus pensamientos, siempre ordenados, bajo la tutela de alguien que siempre está, que no deja, y está, simplemente está, castigando, anulando, perfectamente anudado a tu cuerpo. No duermas más en esa casa imantada, en esa habitación que no gira, que está latente, pero no advierte tu movimiento. No duermas en esa cama pretérita, invisible, anormal, donde todos duermen, en estado de alerta. No es tu hábitat.